“Hemos descubierto evidentes de relación casual: el atractivo reduce el tiempo que juegan”, aseguran los investigadores.
Pronto, el 29 de agosto, se celebrará una nueva edición del Día del Gamer. No diríamos que esa jornada tendrá más agasajados feos que bonitos. Pero un grupo de investigadores acaba de publicar un estudio que apunta en dirección contraria y genera polémica.
Concluyen que las personas los guapos juegan menos videogames que los menos agraciados físicamente.
“El atractivo reduce el tiempo que usan videogames”
“Investigamos la relación entre el atractivo físico y el tiempo que las personas dedican a los videojuegos”, indica el equipo de investigadores en el estudio recientemente publicado en la publicación National Bureau of Economic Research.
¿Cómo llegaron a esa conclusión? Según indican, en base al examen de estudios sociológicos previos, encontraron que los adultos que son “bellos” tienen más amigos, y que los adolescentes “poco atractivos” dedican más tiempo a los videogames. De acuerdo a los investigadores, existe una relación directa entre el aspecto físico, la sociabilidad en el mundo real y el uso de videojuegos.
“La buena apariencia disminuye el tiempo de juego”, concluyen. Más allá de la escena gamer, señalan que la belleza ayuda en diferentes terrenos, por ejemplo para conseguir una evaluación positiva en el ámbito académico.
El estudio infiere que las personas “feas” encuentran un beneficio en los videojuegos, ya que en esos espacios no deben mostrar su aspecto, necesariamente, anulando las interacciones cara a cara.
Videojuegos y aspecto físico: un estudio polémico
Al revisar las conclusiones a las que arribaron los investigadores hemos utilizado comillas al mencionar descripciones relativas a la belleza o la fealdad. Es evidente que aquellas son apreciaciones subjetivas y que están teñidas de sesgos. En ese sentido, ¿cómo determinaron los científicos quién es bonito y quién no lo es?, ¿y cómo asociaron esas percepciones sesgadas al uso de videojuegos?
Aunque sin rigurosidad científica —y más allá de las apariencias físicas— la evidencia revela que el mundo gamer es variopinto y que la audiencia de jugadores está compuesta por diversas franjas etarias y géneros.
En Sin edad para jugar, hay una representación cabal de esa apertura: personas de entre 65 y 95 años que también eligen jugar a los fichines.