Si bien este tipo de ataques no son nuevos, la escala y sofisticación del atentado reciente marcan un cambio de paradigma en el uso de equipos cotidianos como armas.
El reciente ataque con beepers y walkie-talkies a miembros de Hezbollah en el Líbano dejó al descubierto una amenaza latente y puso en primera plana un debate: ¿existen dispositivos electrónicos seguros?
La globalización y los avances tecnológicos permitieron la creación de productos más accesibles y baratos, pero al mismo tiempo expusieron a las industrias a riesgos de seguridad que eran impensables hace décadas.
Uno de estos peligros es vulnerabilidad de la cadena de suministro global de productos electrónicos, y la dificultad casi insuperable de asegurar estos sistemas contra enemigos con poder de logística, dinero e inteligencia.
El ataque, dirigido contra miembros de Hezbollah marcó un precedente en el mundo del espionaje y la guerra electrónica. La complejidad de la producción y comercio internacional, que involucra a múltiples actores, desde proveedores hasta obreros y distribuidores, con componentes que pasan por decenas de países antes de ensamblarse en un producto final, dificulta el rastreo de cada parte, lo que abre la puerta a la manipulación.
Este contexto facilita que potencias se puedan infiltrar en el proceso sin dejar evidencias fáciles de encontrar y adulterar o modificar el producto.
Según las investigaciones, los dispositivos que explotaron esta semana en Líbano, aunque llevaban la marca de la empresa taiwanesa Gold Apollo Co., fueron manipulados por una empresa húngara, BAC Consulting KFT. Esta manipulación permitió convertir aparatos cotidianos, como walkie-talkies, en armas mortales, un escenario que gobiernos de todo el mundo temían, pero que parecía improbable hasta ahora.
Este ataque encendió las alarmas en Washington y otras capitales del mundo sobre la dependencia de fabricantes extranjeros. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y su predecesor y actual candidato republicano Donald Trump, coincidieron en la necesidad de impulsar la producción local de tecnologías críticas de alta tecnología por una cuestión de seguridad nacional. El ataque en Líbano podría dar un nuevo impulso global a estas iniciativas para reducir la dependencia de otros países, en particular de Asia Oriental.
Por otra parte, el uso de tecnologías obsoletas como los beepers y los walkie-talkies por parte de Hezbollah también evidencia la creciente conciencia de que los dispositivos más avanzados, como los teléfonos inteligentes, son aún más vulnerables a ser pirateados o manipulados.
A medida que las tecnologías de comunicación se vuelven más complejas, también lo hacen los métodos de interceptación y ataque, lo que obliga a recurrir a tecnologías más antiguas que, paradójicamente, pueden ser manipuladas de maneras más creativas y peligrosas.
La operación en Líbano tiene ecos de ataques pasados, como el asesinato de Yahya Ayyash, uno de los líderes de Hamas, en 1996, cuando un teléfono móvil modificado con explosivos terminó con su vida.