La joven de 28 años reclama la apertura del registro electoral en el exterior para las presidenciales del 28 de julio
«Muy poca gente tiene el guáramo (coraje) y la valentía. Estamos conmovidos y agradecidos por lo que estás haciendo», recitó muy serio Aaron Díaz ante Lorena Lima, sentada entre banderas venezolanas, ropa para el frío y el agua que le acompaña. La joven, de 28 años, se mantiene en huelga de hambre desde el viernes para reclamar la apertura del registro electoral en el exterior para los comicios presidenciales de julio.
En el cronograma del Consejo Nacional Electoral (CNE) figura el pasado día 18 como primera jornada para el gran registro electoral, que se cerraría a mitad de abril. Pero nada se sabe hasta hoy en lo que ya es otra de las trampas antidemocráticas de la revolución bolivariana para proteger a un líder sin apoyo social.
Lorena escucha emocionada, hasta se pone colorada. Su paisano forma parte del colectivo de raiders, que se hace presente en el estratégico lugar elegido por la joven para su protesta: la Cofradía del Carmen de Nuestra Señora de Chamberí, a 50 metros del Consulado de Venezuela, junto al Metro Iglesia. También la visitan de vez en cuando las patrullas de la Policía Nacional, que derrochan simpatía y le muestran su solidaridad. «¿Qué pasa, Lorena. ¿Cómo estás? ¡Se te ha unido mucha gente!», le pregunta la agente española sorprendida ante la concurrencia en el Domingo de Ramos.
En los últimos días ha corrido la voz de la gesta que protagoniza Lorena, pese a que las huelgas de hambre son un tema tabú en Venezuela desde que el agricultor Franklin Brito perdiera la vida por inanición en 2010. Sus protestas ante la invasión de sus tierras por radicales revolucionarios no conmovieron a Hugo Chávez y su caso pasó a engrosar el drama de la oposición en Venezuela.
La conciencia de Lorena, que es agente de seguros en España, se desató la semana pasada. Hay que presionar, se dijo a sí misma. Ni en Madrid ni el resto del mundo se ha abierto el registro hasta el momento, pese a que los cálculos de la organización electoral Súmate contemplan que de los 8,5 millones de emigrantes repartidos por el mundo, al menos 5,6 son posibles votantes. Y muchos de ellos jóvenes, ya que el registro o censo electoral se mantiene cerrado desde las presidenciales de 2018, cuando se abrió con enormes limitaciones.
La revolución jamás ha querido facilitar el voto de sus emigrantes, sabedora de que la inmensa mayoría sueña con un país libre que posibilite su regreso.
«Tengo la esperanza de que nos unamos, de que surja un efecto dominó para que protestemos de forma pacífica por todos lados y se vean obligados a abrir el registro. También busco que el Gobierno de España se pronuncie por las violaciones del Acuerdo de Barbados (entre gobierno y oposición por unas elecciones libres y justas)», repite Lorena, dirigente estudiantil en Venezuela y que formó parte de la organización juvenil de Voluntad Popular, partido del ex prisionero político Leopoldo López.
En su fuero interno también pesa un deseo: que el país que tan bien la ha acogido conozca un poco más de la realidad venezolana. «Sentí enseguida que Madrid era como mi casa, pero no se deja de pensar en la patria. Sí creo que la postura del Gobierno español es muy tibia para lo que está pasando en mi país», asegura con serenidad, la misma que la lleva a proclamar para aquellos que se dejan seducir por la propaganda chavista: «Nuestra cultura es pacífica, creemos en la democracia y defendemos nuestros derechos».
De familia socialdemócrata, Lorena luchó con fuerza por la causa democrática en la Universidad donde estudió ingeniería agroindustrial, lo que le costó la persecución del chavismo. Entre esa prisión y la crisis voraz que ya la rodeaba, emigró primero a EEUU y luego a España.
Lorena no está sola. A los pies de la pancarta «Huelga de hambre por nuestro derecho al voto» permanece desde el sábado Santiago Viana, joven caraqueño que también escapó de su país tras varios días en una celda bolivariana. «Algo se despertó de golpe, no sólo una causa común, también la amistad. Sentí el deber y la responsabilidad de acompañar a Lorena, de venir y también de pernoctar».