
Tras su llegada a la santa sede, el papa decidió centralizar los fondos de la institución. Fusionó organismos y reforzó los controles sobre inversiones y donaciones.
Durante su mandato al frente de la Iglesia, el papa Francisco llevó adelante una reforma “anticorrupción” en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), popularmente conocido como “Banco del Vaticano”, que arrastraba sospechas de corrupción y negocios espurios. Para lograr su objetivo de “transparentar” las finanzas de esta entidad, el sumo pontífice cerró cuentas sospechosas e impulsó auditorías para determinar de qué manera se usaban los fondos que, en su gran mayoría, provenían de las donaciones de los fieles de todo el mundo.
El Banco del Vaticano es receptor de un porcentaje de los aportes que reciben parroquias y obispados de todo el mundo. Ese dinero llega desde distintas partes del planeta con el objetivo de financiar obras y otros gastos de la Iglesia. También administra inversiones y propiedades inmobiliarias de la Santa Sede, en un esquema que, durante años, operó con escasa fiscalización y que, en varias ocasiones, derivó en escándalos de corrupción.
Esta entidad maneja fondos multimillonarios. Según el balance de 2023 al que accedió TN, el IOR poseía activos de sus clientes por un total de 5400 millones de euros. El Banco posee casi trece mil clientes. El número de cuentas se achicó año a año debido a la política de cierre de cuentas sospechosas.

El legado anticorrupción de Francisco en el Banco del Vaticano: cerró cuentas sospechosas e impulsó auditorías
Al asumir el pontificado en 2013, Francisco encontró un sistema de cuentas abiertas a nombre de diócesis, congregaciones, instituciones católicas e incluso particulares, muchas de las cuales no podían justificar el origen o destino de los fondos. En respuesta, ordenó una auditoría completa del IOR, clausuró unas 5000 cuentas bancarias sospechosas y estableció nuevos estándares para el funcionamiento de la entidad.
Como estas cuentas reciben dinero de los fieles, en muchos casos se utilizaban para canalizar fondos de organizaciones delictivas, que generaban esos fondos de manera fraudulenta. Francisco intentó poner un freno a esa financiación “oscura”, pero tras su fallecimiento surgen dudas respecto de si su reemplazante continuará con este camino de “transparencia” institucional.
Entre las principales medidas, dispuso que todas las entidades del Vaticano transfirieran sus fondos al Banco del Vaticano, para evitar manejos descentralizados y no supervisados. También fusionó organismos financieros para eliminar duplicaciones administrativas y reforzó los controles sobre inversiones y obras financiadas.